Qué ver y hacer en Cremona

Turòon, Turàs, Tognazzi

A pesar de ser una pequeña ciudad, Cremona tiene mucho que ofrecer en todos los campos, sobre todo en el artístico. Es conocida en todo el mundo por su hijo predilecto, Antonio Stradivari, y la lutería, un antiguo arte reconocido por la Unesco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad desde 2012.

La ciudad se encuentra en plena llanura padana, a orillas del río Po. Por esto, si disponéis de coche, lo podéis aparcar en la via del Porto e ir a dar un paseo por el parco al Po, un amplio espacio verde con chopos donde los lugareños toman el sol, hacen pícnics, van en bici o simplemente se relajan. Nosotros dimos una vuelta por la zona para hacer hambre y, a mediodía, fuimos al restaurante La Lucciola, que se encuentra en la entrada del parque. Es un lugar agradable y los platos que sirven son de excelente calidad. Yo me cogí tortelli rellenos de berenjena y albahaca (12 euros) y un trocito de tarta de pistacho con sabayón (6 euros). Mi postre era espectacular y los que vi de refilón que iban a otras mesas tenían pintaza por lo que os aconsejo que no pidáis primero y segundo porque no llegaréis al postre, que es lo mejor. También os recomiendo que reservéis con antelación porque, a pesar de que el restaurante es grande, se peta mucho a partir de las 13.00.

Los domingos, el coche se puede dejar tranquilamente en el aparcamiento del supermercado COOP. No se tiene que pagar y está a las puertas del casco antiguo: cogiendo el corso Vittorio Emanuele II, se llega al meollo de la ciudad en menos de diez minutos. Además, a lo largo del paseíllo se ve, a mano derecha, el majestuoso teatro Ponchielli y, un poco más adelante, a mano izquierda, la piazza Stradivari.

El teatro Ponchielli ahora está cerrado temporalmente pero, si tenéis la oportunidad, visitadlo por dentro porque solo cuesta 3 euros y es muy bonito. La visita se tiene que reservar al +390372022010 o al +390372022011. Si lo preferís, también podéis escribir un correo a info@teatroponchielli.it. Varios son los elementos curiosos que se pueden ver en este teatro: el peine, el verdadero corazón del teatro, hecho de vigas de madera cuya estructura es original y data de principios del siglo XIX; la imponente lámpara con sus 80 bombillas; el reloj de unos 200 años que todavía funciona con el contrapeso de una piedra y, cómo no, el bellísimo telón pintado de Rizzi en el que se aprecia una representación alegórica de la historia de la música.

Teatro Ponchielli

La amplia piazza Stradivari, se tiene que observar con detenimiento. Como es la antesala de la majestuosa piazza del Comune, a veces pasa inadvertida pero, si tenéis un mínimo interés por la arquitectura, vais a notar que la plaza está flanqueada por edificios de diferentes épocas. Se ven las formas medievales del Ayuntamiento, viviendas con unos bonitos pórticos del siglo XIX que sirven de fondo para las terrazas de algún que otro bar y, por desgracia, dos construcciones de la época fascista que ponen freno a la belleza del conjunto: la Camera di Commercio (en el lado este) y el Palazzo della Riunione Adriatica di Sicurtà (en el lado sur).

La plaza tiene forma de L y en uno de sus vértices, entre los pórticos y la Camera di Commercio, vais a ver una estatua de bronce del gran lutier que, desde hace algo más de veinte años, le da nombre a la plaza. Yo pasé un domingo de mucho calor por lo que no había ni el Tato, solo un par de puestos con productos locales pero cuando el sol pega menos, la plaza se anima y los miércoles y los sábados hacen mercado.

Dejando la estatua del señor Stradivari a mano izquierda y cogiendo la via Baldesio, se llega en menos de un minuto al corazón de la ciudad: la piazza del Comune, que reúne los principales monumentos históricos de Cremona y representa un perfecto ejemplo de espacio público medieval. Me atrevería a decir que es una de las plazas más bonitas de Italia, un lugar de encuentro que maravilla a cualquiera. En ella lucen la Cattedrale di Santa Maria Assunta con su imponente Torrazzo, el Battistero di san Giovanni Battista, el Palazzo Comunale y la Loggia dei Militi, cuatro construcciones que retan el paso del tiempo con gran firmeza.

Yo empecé por la construcción que más me llamó la atención: la Cattedrale di Santa Maria Assunta (o más fácil: el Duomo), en la que conviven elementos románicos, góticos, renacentistas y barrocos. Su fachada principal es una pasada porque está revestida con dos tipos preciados de mármol (el blanco de Carrara y el rojo de Verona) y, en días soleados, luce con todo su esplendor. Se caracteriza por el gran rosetón del siglo XIII y la doble logia en cuyo centro están esculpidas las estatuas de san Himerio, la Virgen María y san Homobono; el pórtico avanzado está decorado con un bonito friso de los meses del año y, como sucede en múltiples iglesias del país, en la parte inferior del portal, un par de leones vigila celosamente el conjunto arquitectónico.

En la catedral podéis entrar gratuitamente (¡aprovechad porque esto no suele ocurrir!) y, en cuanto pongáis un pie dentro, os daréis cuenta de que, por las dimensiones y por el suntuoso aparato decorativo que se desplegará ante vosotros, su interior tiene un aspecto monumental. Lo que más impacta es el precioso ciclo de frescos de la nave central que hace un recorrido por la vida de la Virgen María y de Cristo. En él participaron varios de los principales representantes de la escuela pictórica cremonesa como Boccaccino, Bembo, Melone o Gatti. Apunte: las escenas pintadas son tan bellas que algunos le han dado a la catedral de Cremona el sobrenombre de la «Capilla Sixtina de la llanura padana». Así pues, os podéis hacer una idea de la grandiosa obra de arte pictórica de la que estamos hablando.

Frescos en el interior de la catedral

La nave principal desemboca en un ábside en el que se puede admirar un valioso coro de madera y el fresco Redentor en gloria entre los santos Himerio, Marcelino, Homobono y Pedro, de Boccaccino, artista al que también debemos la Anunciación colocada justo debajo.

Ábside de la catedral

Si os giráis, vais a ver que el Redentor hierático del ábside contrasta fuertemente con el Cristo torturado y crucificado de la parte interior de la fachada. En efecto, bajo el rosetón hay un angustioso fresco de Pordenone que representa el sacrificio de Jesús para salvar a la humanidad. Lo acompañan la Resurrección (abajo a la izquierda), de Gatti y el Descendimiento (abajo a la derecha), también de Pordenone.

Volviendo la vista hacia el ábside, vais a notar que los pasillos que corren laterales a la nave central también terminan en forma semicircular y albergan dos bonitas capillas: la de la Virgen del Pueblo (a la izquierda) y la del Santísimo Sacramento (a la derecha). Esta última, decorada con oro, estuco y cuadros, parece que esconde un misterio: en la pared del lado norte, en La última cena, de Giulio Campi, al igual que sucede en el homónimo del gran Leonardo da Vinci, el apóstol Juan, al estar representado como una joven mujer, se puede interpretar que, en realidad, se trata de María Magdalena. Tal interpretación no es nada descabellada si tenemos en consideración que el personaje que sirve de hilo conductor en las diferentes escenas que aparecen en la capilla precisamente es el de María Magdalena. La vemos en la Cena en casa de Simón el Fariseo, también de Campi y en el Noli mi tangere, de Borroni.

Pasando por la capilla de la Virgen del Pueblo, podéis dejar la catedral por la salida que da al norte, así veis la fachada del transepto de ese lado, que también es muy chula.

Fachada norte de la catedral

Unido a la catedral por una logia renacentista, encontramos el Torrazo que, con sus 112 metros de altura, es la torre campanario en mampostería más alta de Europa y el monumento que mejor simboliza la ciudad. Data de los siglos XIII y XIV y es una construcción típicamente románica. Lo que la hace especial, además de su gran altura, es su reloj astronómico, una de las mayores obras de arte de la mecánica antigua. Es muy tocho (¡el diámetro de su cuadrante supera los ocho metros!) y es la mar de completo porque se ve que marca horas, días, meses, fases lunares, eclipses solares y lunares, además de las conjunciones zodiacales.

Se puede entrar en la torre por 5 euros pero es mejor comprar el billete acumulativo porque, por un euro más, también podréis ver el baptisterio. Para llegar a lo alto de la torre se tienen que subir nada más y nada menos que 502 escalones pero la cosa no es tan catastrófica como parece ya que, a lo largo del recorrido, se encuentran las diferentes salas del Museo Verticale y uno puede ir tomando aliento mientras se adentra en el campo de la medición del tiempo. Entre otras cosas, veréis diferentes tipos de relojes; la reconstrucción a pequeña escala del Ingenio de Toledo, la obra más famosa del talentoso ingeniero cremonés Juanelo Turriano; un péndulo de Foucault cuya oscilación es la demostración científica de la rotación de la Tierra; e interesantes contenidos multimedia. Me pareció de especial interés el vídeo de la Sala del Cuadrante en el que un señor explica el curioso funcionamiento del reloj astronómico.

Pero, ¿para qué vamos a engañarnos? Lo mejorcito son las vistas que se tienen desde los diferentes descansillos y, cómo no, desde la terraza panorámica. Después de pasar varios semáforos que regulan el tráfico de personas en los tramos más estrechos, gozaréis de unas espectaculares vistas de 360 grados de toda la ciudad y de la llanura padana. Os será fácil ir identificando los edificios más antiguos, los campanarios y, en general, la estructura urbana radial típicamente medieval.

Aviso para la gente con vértigo y/o claustrofobia y los que vais con niños pequeñitos: en el tramo final hay una escalera de caracol un poco chunga. Es mejor que no la subáis que ya suficiente habréis tenido con los escalones para llegar hasta el piso inmediatamente inferior llamado «la terraza de la ciudad».

La bajada a la plaza se hace en unos veinte minutos. Una vez abajo, con el billete acumulativo me dirigí al Battistero di san Giovanni Battista. Me pareció un templo con un aspecto exterior un poco raro pero curioso a la vez. Os explico por qué: tiene planta octogonal por una cuestión de simbología. El ocho, como muchos de vosotros sabréis, está relacionado con la resurrección de Jesús, que se produjo al octavo día. Por lo tanto, este número se relaciona con la salvación y el resurgimiento. Asimismo, vais a ver que, de las ocho paredes que constituyen el baptisterio, seis son de ladrillo rojo y solo dos están revestidas de mármol (las dos más próximas a la catedral). Fijaos también en el hecho de que los dos leones del pórtico así como la galería de arcos románicos en la parte superior, son elementos que parecen pertenecer a la misma colección que los de la cercana catedral.

El baptisterio junto a la catedral

Dentro, flipé con el efecto que provocan la cúpula, las columnas adosadas a cada pared y las dobles series de ajimeces. No cabe duda de que la construcción es austera pero estos elementos le dan una grandiosidad, un esplendor y una ligereza especiales.

Cúpula del baptisterio con un óculo en su ápice

En el centro reina un aljibe de dimensiones considerables (también octogonal), hecho de mármol rojo y coronado por una pequeña estatua de madera dorada que representa a Jesucristo resucitado. Se ve que, durante la vigilia pascual, el obispo bendecía el agua contenida en esta particular cisterna y, después, la distribuían por las diferentes parroquias de la ciudad.

Otro elemento que me parece digno de mención es el gran crucifijo lignario del siglo XIV que se encuentra enfrente de la puerta central, en el altar de san Juan.

Crucifijo lignario del siglo XIV en el altar de san Juan

Si movemos la mirada al otro lado de la plaza, los dos edificios que notaremos inmediatamente son: el Palazzo del Comune, sede del ayuntamiento de Cremona y la Loggia dei Militi. Así pues, a un lado de la plaza está representado el poder religioso y, al otro, el político. Tal contraste, curiosamente, también es cromático: en la catedral y en una parte del baptisterio luce el mármol blanco para representar la pureza mientras que, en el lado opuesto, predomina el rojizo, color que se asocia al poder, la prosperidad y la fuerza.

El Palazzo del Comune, fundado a principios del siglo XIII, en la actualidad, no presenta su forma original puesto que sufrió cambios tanto a finales del siglo XV como en el siglo XVIII pero sus características medievales siguen presentes en gran medida.

Fachada del Palazzo del Comune

Si os asomáis, vais a ver que en el patio interno hay cuadros de alguna exposición de pintura temporal. Asimismo, se pueden visitar, de forma gratuita, varias salas de su interior: el Salone dei Quadri, donde se puede admirar la enorme Multiplicación del pan y de los peces (que recuerda inevitablemente la producción del gran Caravaggio) y La última Cena, ambas del Genovesino; la Sala della Consulta, desde la que se tienen unas bonitas vistas de la plaza del Ayuntamiento rodeada de sus monumentos; el Salone degli Alabardieri, caracterizado por un bonito portal del siglo XVI hecho con el mismo mármol que el utilizado para los ventanales de la fachada principal y unos frescos del siglo XIII en los que se representa a san Cristóbal, una Virgen sedente, una crucifixión y, cómo no, a los dos patrones de la ciudad que ya hemos visto en la catedral: san Homobono y san Himerio; y la Sala dei Violini, conocida con este nombre porque en ella se custodiaban los violines cremoneses más preciados. Hoy en día, estos tesoros se encuentran en el cercano Museo del Violino al que se puede entrar por 10 euros. Los entendidos seguro que disfrutarán un montón.

En el lado izquierdo del Ayuntamiento, se encuentra la Loggia dei Militi, el lugar en el que se reunía la Società dei Militi, un grupo formado por los habitantes más poderosos y ricos de la ciudad y de la zona circundante.

Se construyó a finales del siglo XIII y sigue el típico esquema arquitectónico de los edificios lombardos de la época: está hecho en ladrillo rojo, tiene un amplio pórtico y su fachada está caracterizada por ventanas ojivales y almenas.

Si os asomáis, vais a ver que, bajo el pórtico, una doble escultura de Hércules, el mítico fundador de Cremona, está aguantando un escudo de la ciudad que, antiguamente se encontraba en la porta Margherita, en pie hasta 1910.

La doble estatua de Hércules con el escudo de Cremona

Si un cremonés os preguntara «¿Qué crees que aparece en el escudo de mi ciudad?» es probable que respondierais, al igual que yo, el Torrazo, la catedral o, visto lo visto, incluso un violín. Todas estas respuestas serían incorrectas. Fijaos bien en la foto que precede estas líneas: lo que aparece es un brazo con una mano que sostiene una bola. Claro, lo siguiente que os preguntaréis será «Y esto, ¿por qué?»

Hay una leyenda medieval detrás de todo esto. Se ve que, por aquel entonces, como Cremona formaba parte del Sacro Imperio Romano Germánico, tenía que pagar cada año al emperador una tasa que era una bola de oro de 5 kilos, ahí es nada. Los cremoneses, hartos de pagar esta tasa, pactaron con el emperador: un tal Giovanni Baldesio se enfrentaría a su hijo y si ganaba, la ciudad ya no tendría que seguir pagando la bola de oro. Así fue: el jovenzuelo Giovanni ganó el duelo y Cremona se liberó para siempre de la tasa. A modo de recompensa, a Giovanni (al que todos empezaron a llamar Zanen de la Bala) se le ofreció como esposa a Berta de Zoli, un bellezón que, además, le aportó una gran dote.

De todas maneras, yo creo que la mejor recompensa fue reservarle la mitad del escudo de su ciudad, acompañado de la frase fortitudo mea in braccio, es decir, «mi fuerza está en el brazo».

Tras este breve inciso, volvamos a nuestro recorrido por la ciudad. Dejando la plaza principal a mis espaldas, cogí corso XX settembre y me paré en el número 37, donde se encuentra el Palazzo Grasselli, una casa nobiliaria que debe su nombre a la última familia que vivió en ella pero que, principalmente, se relaciona con los Magio, una estirpe presente en Cremona desde el siglo XIII.

Por desgracia, como todavía la están restaurando, solo se puede visitar con las aperturas extraordinarias que se dan a lo largo del año por lo que, antes de ir, es aconsejable que escribáis a info.turismo@comune.cremona.it y preguntéis.

Las dos salas que se pueden visitar son extraordinariamente elegantes, de gusto romántico, con motivos ornamentales clasicistas y mitológicos y más de un trampantojo.

La escalinata también tiene un elegante diseño con una balaustrada de piedra y está dominada por la Buena Fama, representada con los atributos tradicionales.

Escalinata del Palazzo Grasselli

Como no podía ser de otra manera, la humilde casita cuenta con un patio que, a su vez, comunica con un parque. Ahora no luce mucho porque los árboles seculares conviven con la maleza pero hace unos años, cuando daba a los campos y a los huertos circundantes, seguro que era un lugar espléndido.

El Palazzo Grasselli desde su parque

A cinco minutos del Palazzo Grasselli, ya en uno de los extremos del centro histórico, se encuentra la tranquila piazza di san Michele con su Palazzo Vergani, lugar en el que antes se hacía turrón, y la chiesa di san Michele Vetere, una de las iglesias más antiguas de la ciudad. Según la tradición, se edificó en el siglo VII por deseo de la reina Teodolinda, tras la muerte de su marido Agilulfo. Es de estilo románico y está dedicada a san Miguel Arcángel, santo muy venerado por los lombardos.

Fachada de la chiesa di san Michele Vetere

El interior, austero y solemne, presenta una planta basilical románica enriquecida en épocas posteriores con altares y telas de artistas locales. Los dos cuadros que merecen mayor atención son: La natividad, de Bernardino Campi (en la segunda capilla de la nave de la derecha) y La crucifixión con santos, de Giulio Campi (en la tercera capilla de la nave de la derecha).

Si movéis la vista al centro de la iglesia, vais a ver que el altar es suntuoso y que está embellecido con mármoles polícromos de rara belleza. En el ábside reina un majestuoso fresco que representa el juicio final. Al pobre Cristo no se le ve la cara pero, considerando que la obra es de finales del siglo XIII, se conserva más que bien.

Por cualquiera de las escaleras laterales al altar, podéis bajar a la cripta caracterizada por los bonitos capiteles que datan del siglo VII y, ya subiendo de nuevo, comparadlos con los que encontramos en las columnas de mármol que separan las tres naves. Son más tardíos, del siglo XII, pero igual de bonitos. Presentan figuras humanas y vegetales.

Después de esta visita, cogí la via Gerolamo da Cremona para volverme a acercar a las callecitas cercanas a la catedral. ¿Por qué? Pues porque allí se concentran las tiendecitas históricas. La más antigua de la ciudad se llama Sperlari y está en la via Solferino, 25 desde 1836. Merece la pena entrar aunque solo sea para ver su interior, en concreto, los muebles de finales del siglo XVIII, pero estoy segura de que no os podréis resistir a la tentación y caerá lo típico: turrón, mostaza, un licor o un vino.

A 10 metros, en el lado opuesto de la calle, en el número 30, hay otro establecimiento con unos cuantos añitos: la Pasticceria Lanfranchi. Tiene un gran surtido de dulces por lo que podría resultar difícil elegir solo uno. Para no fallar, lo mejor es que probéis la especialidad de la casa: el pan Cremona que, básicamente, es un bizcocho de almendras recubierto de chocolate negro. A veces hay bastante barullo en el local pero si os subís a la salita que tienen en la planta de arriba, vais a estar la mar de tranquilos, en un ambiente acogedor.

Si sois más de helado, os podéis acercar a la piazza Roma y probar uno en la Gioelia Cremeria. Tienen un montón de sabores ¡y todos son muy cremosos! Yo me pedí una tarrina porque soy una tolai pero lo que se tiene que hacer es pillar un cono porque es artesanal y dentro lleva chocolate negro o gianduia, a elección. Mi sabor favorito: siciliana (almendras y pistacho). Precio en la media: 2,50 euros.

Helado de siciliana y Bacio en la Gioelia Cremeria

Mientras compráis productos típicos y caéis en dulces tentaciones por la via Solferini y sus aledañas, tenéis que hacer una tercera cosa: mirar los cuadros de la luz. En ellos, Blub pintó caras muy conocidas con algo en común: una máscara de buceo porque, en estos momentos de profunda crisis, como nos encontramos con el agua al cuello, es mejor llevar una máscara de estas y aprender a nadar para transformar los obstáculos en oportunidades. La colección se llama L’arte sa nuotare (El arte sabe nadar) y no está presente solo en Cremona. También hay obras dispersas por Florencia, Roma, Venecia, etc. Yo me topé con las que os pongo aquí debajo, a ver cuántas encontráis vosotros…

El corso Garibaldi es otra de las principales calles comerciales de la ciudad donde es agradable dar una vuelta. A cada paso que deis, id levantando la vista porque hay edificios muy bonitos y paraos en los escaparates de los talleres donde construyen violines, son una pequeña joya. Yo no lo hice por falta de tiempo, pero si os apasiona el tema o simplemente os interesa, que sepáis que se pueden visitar los talleres de los lutieres y conocer mucho más de cerca esta actividad artesana. El correo electrónico para concertar una visita es: info@cremonaviolins.com. ¡Ya me contaréis qué tal la experiencia!

Una última cosa relacionada con el tema de los violines: la vivienda que está en el número 57 del corso Garibaldi fue la casa y taller de Stradivari. Desde 1667 hasta 1680 vivió allí con su primera mujer y construyó sus instrumentos más preciados. Ahora está chapadísma, no se puede visitar. De hecho, parece un lugar abandonado. Solo una estatua del gran maestro (esta vez solo) nos indica que ahí pasó algo. Una pena.

Estatua de Stradivari en el número 57 del corso Garibaldi

Si continuáis por el corso Garibaldi, vais a llegar a la piazza sant’Agata, una pequeña plaza triangular que constituye el centro de la expansión urbana que se dio en el Medievo. Desde allí, se ven tres edificios interesantes: la chiesa di sant’Agata, el Palazzo Cittanova y el Palazzo Trecchi.

La chiesa di sant’Agata, que data de 1077, todavía conserva su campanario románico, el más antiguo de los que siguen en pie en la ciudad. La fachada, de estilo neoclásico, es imponente pero, personalmente, lo que más me llamó la atención fue el reloj solar que luce en uno de los extremos superiores. Es elegante, tiene forma de rosetón y lo más curioso del caso es que, por su inclinación, no puede dar las horas de la mañana. Esto, ya veis, es rollo torre de Pisa.

En el interior, se pueden admirar frescos de Giulio Campi además de algunos cuadros de Bernardino Gatti, Boccaccio Boccacino y Giovan Battista Trotti, llamado il Malosso. La tavola di sant’Agata, que se encuentra en la nave izquierda, después de haber pasado los dos primeros altares, me pareció particularmente bella. La tabla, de principios del siglo XIV y de autor desconocido, está pintada por ambos lados. En un lado están representadas con colores bien intensos las imágenes de la vida de la santa y, en el otro, la Virgen con el niño Jesús. Me atrevería a decir que casi es un milagro que se conserve en tan buen estado considerando las vueltas que ha dado la pobre tabla. Como santa Ágata se considera la protectora contra los incendios, durante varios siglos, la obra se colocaba delante de los fuegos declarados en la ciudad para que ayudara en algo y cada 5 de febrero, en ocasión del día de santa Ágata, se la paseaba en procesión por las principales calles del casco antiguo. Por suerte, estas idas y venidas ya se han acabado y ahora la tienen expuesta bien bonita y protegida en una caja de cristal.

Al salir de la iglesia, si os giráis 180 grados, daréis con el Palazzo Cittanova, un edificio que, por su arquitectura, pertenece a la misma colección que el Palazzo del Comune y la Loggia dei Militi. Es de 1265 y se construyó para albergar las reuniones de los güelfos. De todos modos, a lo largo de los siglos ha sido un lugar muy polivalente y por él han pasado gentes de oficios tan dispares como mandatarios, mercaderes, militares y notarios. Hoy en día, en cambio, se utiliza para congresos y otros eventos.

Desde la piazza sant’Agata también vais a ver el naranja chillón de la fachada de Palazzo Trecchi, el último símbolo del núcleo de expansión de la ciudad medieval. Es de 1496 y se construyó como humilde morada para los marqueses Trecchi. Por él han pasado personalidades de la talla de Garibaldi o el rey Vittorio Emmanuele III, ahí es nada.

Hace pocos años que está abierto al público pero, en poco tiempo, se ha convertido en un activo centro de actividades culturales y sociales. Por su atmósfera agradable, se usa para eventos de muchos tipos tales como exposiciones de arte, conciertos, desfiles o bodas.

Como habéis podido comprobar, la pequeña ciudad de Cremona tiene muchas sorpresas guardadas para el visitante. Es mucho menos conocida que sus vecinas (Milán, Mantua, Parma o Reggio Emilia) pero yo creo que no les tiene nada que envidiar. No dejéis de visitarla, es una joyita que os enamorará.